“La cámara se desliza por la enorme sala de lectura abierta, asciende por las escaleras y se asoma al impresionante espacio vertical desde las pasarelas superpuestas que flotan como los palcos de un auditorio. La gente hormiguea bajo la luz cenital, entre los bloques paralelos de estanterías, cargando pilas de libros pegados al vientre. O permanece sentada con variados gestos de concentración (la mano bajo el mentón, el puño sosteniendo la mejilla, un bolígrafo que gira entre los dedos como una hélice…).
”Sin que nadie llegue a percibirlo entra en la biblioteca un grupo de ángeles […]. Como los humanos no pueden verlos, los ángeles se acercan con libertad […]. Intrigados, se asoman a los libros que están leyendo. […] Junto a unos niños, imitan sin comprenderlo el gesto de rozar las líneas con el dedo índice. Observan a su alrededor, con curiosidad y asombro, rostros ensimismados y miradas sumergidas en las palabras. Quieren entender qué sienten los vivos en esos momentos y por qué los libros atrapan su atención con tal intensidad.
”Los ángeles poseen el don de escuchar los pensamientos de las personas. Aunque nadie habla, captan a su paso un murmullo constante de palabras susurradas. Son las sílabas silenciosas de la lectura. Leer construye una comunicación íntima, una soledad sonora que a los ángeles les resulta sorprendente y milagrosa, casi sobrenatural.”
La escena es de la película El cielo sobre Berlín; el texto pertenece a El infinito en un junco. La invención de los libros en el mundo antiguo, de Irene Vallejo, publicado en Siruela, que todavía no he terminado de leer. Es un recorrido fascinante por la historia del libro, ese libro con el que, a través de las palabras, podemos viajar en el tiempo y en el espacio. Todo un invento.
La historia cuenta que Alejandro Magno no se separaba nunca de su libro favorito: la Ilíada. Ese clásico de la literatura, ese gran relato que retrata lo mejor y lo peor de cada uno de sus personajes, pero que, sobre todo, ensalza valores como la lealtad, la justicia, el amor a la patria, el dolor, y en el que Aquiles, pudiendo ser un dios, decide dejar su huella en el mundo humano y transformarse en héroe.
¿Es importante la lectura de los grandes relatos, de los clásicos? La narración es el único medio que nos permite contar la vida humana; y es que la vida no puede ser meramente presentada: siempre es representada como algo. Los textos clásicos, que ya han pasado la criba del tiempo, nos sirven como referente a la hora de recomendar libros que nos puedan descubrir lo que verdaderamente nos convierte en seres humanos. Nos ayudan a encontrar las claves para transformarnos.
La literatura clásica nos descubre la cartografía moral de cada personaje, qué es lo que desea en un momento de su existencia y por qué; los encuentros o acontecimientos que obligan al personaje a reevaluar su trayectoria de vida, el desafío que le fuerza a tomar una decisión que influirá en su futuro, y los modos de elección, que no son otra cosa que las virtudes que ayudan a elegir bien. Por eso, mi respuesta es que sí, que es importante, sobre todo para los adolescentes y jóvenes, la lectura de los clásicos.
Y dónde mejor descubrirlos que en la callada penumbra de las bibliotecas. Allí nos esperan para hacernos reflexionar, entender el mundo que nos rodea y a nosotros mismos; para consolarnos en momentos difíciles; para infundirnos valor con el que luchar contra la injusticia; para hacernos soñar; para …
Preciosa imagen la de la película, que nos hace entender sin palabras la trascendencia de la lectura, tanta que hasta los ángeles se preguntan por qué son tan importantes esos libros para los humanos.
Cristina Monje Fuentes