La que en algún momento yo había llamado “reunión cero” de nuestras entrevistas seguía avanzando, a pesar de todo. Montserrat se levantó entonces para dar al interruptor de una lámpara de pie, que al principio se resistió a encenderse. Me reí cuando me explicó que la persona que iba a limpiar, por el sentido en que pasaba el trapo, iba aflojando la bombilla en su rosca, y de vez en cuando había que volver a apretarla. Tanto Montserrat como Carmen tenían la cualidad de sacar el lado amable y simpático de los pequeños episodios del día a día.
Cuando volvió a sentarse, le expresé mi deseo de ir hablando yo menos y ella más. A eso replicó:
—No, no, pero es muy bonito; si estamos hablando los dos…
Por organizarnos con vistas a nuestras próximas reuniones, concertamos que iría una tarde por semana, mientras no nos dijéramos lo contrario.
—Eso mismo. Lo que pasa, que soy una mujer de líos. Entiéndeme en qué sentido lo digo: yo esta mañana pensaba terminar con los originales que tengo que entregar a Supergesto y Gesto —las revistas para jóvenes y niños, respectivamente, que ella había fundado en las Obras Misionales Pontificias—; bueno, pues entre llamadas que ha habido, personas que han venido y tal, no lo he podido hacer. Por ejemplo, hoy, el padre Cubells… ¿Lo conoces tú? Francisco Cubells Salas. Él es realmente nuestro pedagogo.
Irrumpía así en nuestra conversación “el hombre invisible” en el planteamiento de animación a la lectura al que Montserrat y Carmen ponían rostro, algo así como la tercera pata del trípode. Este sacerdote escolapio, que llevaba ya varios años en México, había tenido importantes responsabilidades congregacionales y educativas tanto en España como, en su última etapa, en aquel país. Montserrat se lamentaba de que personas tan valiosas como él pudieran quedar relegadas en razón de su edad, que ella calculaba próxima a los 82 años.
—Esto, con toda la sabiduría que tiene el padre Cubells, es impresionante que se pueda llegar a hacer. Es lamentable.
Y añadió:
—Fíjate, que desde México le han llamado de distintos países americanos para que les vaya a dar charlas sobre literatura infantil, que eso supone hasta viaje, que físicamente es un esfuerzo; y eso se ha rechazado aquí. Y lo hemos sentido mucho, porque, realmente, todo esto de la animación empezó con él, y además juntos preparamos también el curso “La prensa en la escuela”.
El caso de la visita relámpago del padre Cubells a España y cómo había tenido que quedar con él sobre la marcha lo había mencionado Montserrat como ejemplo de que podían surgirle cosas inesperadas que nos obligaran a cambiar nuestros planes.
—El otro día vino también Ilundain, no sé si lo conoces…
Xavier Ilundain, sacerdote jesuita, era algo así como el espíritu de la revista Gesto; el inspirador de su “línea editorial” y de su “estilo misionero”. Un estilo del que había dado cuenta también impulsando la iniciativa “Sembradores de Estrellas”, por la que muchos niños, en Navidad, salen a las calles para felicitar las fiestas en nombre de los misioneros, poniendo a los viandantes una pegatina en forma de estrella, sin pedir nada a cambio.
—El otro día nos llamó por teléfono, que estaba en Madrid, que tenía un ratito para vernos. Dije: “Pues ahora mismo”. Y “ahora mismo” fue la mañana del sábado, que nosotras, como por las tardes cierran las tiendas, teníamos que ir a comprar un regalo de cumpleaños; y, como estuvimos hasta las dos, no hubo regalo de cumpleaños —nos reímos—. Nos quedamos a oscuras…, ¿qué hacemos ahora? ¿Comprendes?
Y remató:
—Por eso te digo que soy la mujer de los líos.
Rafael Santos Barba