La actividad lectora no es innata y se adquiere con dificultad. A veces el dominio de la lectura mecánica exige un gran esfuerzo para llegar a descifrar signos y entender lo que se lee; tanto más, si pensamos que no hay verdadera lectura hasta que no se establece una suerte de diálogo entre el texto y el lector, en el que este participe con su memoria, su entendimiento y su manera de sentir.
Hay que despertar una sensibilidad que haga descubrir el placer de la lectura desde muy pequeños, incidiendo en niños y preadolescentes, edades en que se aprende a amar o rechazar la lectura. Hay que motivar al niño para que vaya descubriendo el gozo y el conocimiento que se encierra en los libros.
Dificultades para ser un buen lector:
— En primer lugar, puede ser decisivo el clima general de lectura en el que se ha vivido. Crecer en una familia donde se han oído nanas, se ha jugado con imágenes, palabras, adivinanzas, es disponer del nido adecuado para el nacimiento de un nuevo lector.
— En segundo lugar, las dificultades pueden estar en la escuela. Aquí interesa que el niño tenga un encuentro gratificante con los libros, para que la idea de esfuerzo o fastidio no vaya ligada a ellos.
— Es necesario disponer de una buena oferta de libros, en donde no estén prohibidos aquellos considerados por el adulto de escaso valor literario. A veces los cómics han sido la única puerta de entrada al gusto por la lectura.
— La exigencia de resúmenes y fichas sobre lo leído en libertad no son el mejor camino para conseguir adeptos.
— Y sobre todo, no hay que obligar a leer. Ya lo dijo Daniel Pennac en su libro Como una novela: “El verbo leer no admite el imperativo”.
Educar para leer es tarea de todos, y el método de animación a la lectura lo entiende y practica a través de las estrategias.
Sección coordinada por Quica Ripoll
y María Dolores Aguayo