La animación a la lectura tiene que ser una educación. Conviene diferenciar la didáctica de la educación. La didáctica es el arte de enseñar, y la animación a la lectura es un proceso educativo. Hay que educar para leer.
Las personas tenemos un potencial lector que debe ser desarrollado. Para ello necesitamos de una educación, porque, si bastara con la enseñanza, a través de tantas promociones de estudiantes se habría desarrollado ya la capacidad lectora, no solo en niños, sino también en adultos. Serían todos ellos lectores autónomos, incluyendo a los profesores. La realidad social nos indica que no es así.
La enseñanza se demuestra insuficiente. Hay que poner en juego otros elementos que solamente se logran actuando sobre la voluntad, educando al niño y al adulto no lector para la competencia lectora, para dominar lo que está escrito, valiéndose de la interiorización de lo que lee, ayudándole a formar sus propios esquemas de lector. Hay que conducirlos a ejercitar el pensamiento y el sentido crítico para que el discernimiento sea una ayuda en su vida.
No podemos olvidar que la lectura desarrolla todas las funciones del cerebro y eso le da un valor superior a cualquier otra habilidad.
Sección coordinada por Quica Ripoll
y María Dolores Aguayo