Completando el triángulo básico de la animación, el animador es el mediador entre el niño y el libro, y puede ser profesor, padre, bibliotecario o animador sociocultural. Lo importante es que conozca la literatura infantil-juvenil, las estrategias y los niños a las que van dirigidas.
Su labor será:
— Hacer una programación.
— Elegir los libros adecuados a cada estrategia.
— Elaborar el material de las estrategias.
— Realizar las animaciones.
— Hacer una abstracción de su propia lectura y potenciar, en cambio, la del niño.
En cuanto a los riesgos o errores que pueden darse de las animaciones:
— El más importante es desvirtuarlas de los objetivos que se intentan alcanzar, al confundirlas con otras actividades culturales, como dramatizaciones o talleres de lectura o dibujo.
— Realizar las animaciones con fragmentos de libros.
— Transformarlas en una clase más.
— Pedir un “trabajo” como resultado de la animación.
— Elegir un libro que se emplea también para ejercicios escolares, o escogerlo exclusivamente desde un punto de vista estético-literario.
Algunas observaciones:
— La participación en el juego educativo de la animación debe ser voluntaria.
— Hay que mantener el factor sorpresa sobre la estrategia que se va a realizar.
— No se deben utilizar distintas estrategias sobre el mismo libro; mejor cambiar de libro.
— Se han de repetir los juegos de las estrategias periódicamente, hasta conseguir un comportamiento lector.
Sección coordinada por Quica Ripoll
y María Dolores Aguayo